Todos los
Miércoles asisto a un taller literario dirigido por un hombre que se hace
llamar Franz Casca. Sí, Casca, no Kafka no, Casca, con C y S. Fue su idea que
tratara de escribir algo como esto, sólo a alguien como él se le podía ocurrir.
Historia rápida,
vaya absurdo. Cada historia es un proceso único, y como tal lleva su tiempo
terminarlo. Son procesos dignos de disfrutarse, porque además nunca sabes cuándo
ocurrirán, por ejemplo, hace más de un mes que no escribo en mi blog, y ahora
esto. Digo, siempre me gustó tomar desafíos cuando de arte se tratara, pero
esto es ridículo ¿qué debería escribir?
Tal vez mi
encuentro con Priscila, una chica que conocí hace más o menos seis meses cuando
subía al subte C en estación independencia, y que hoy me volví a encontrar. No,
esa historia no. Aunque sería entretenido ver cómo reaccionan los demás.
Pero ese fue un
encuentro corto, para hacer que algo así sea narrable tendría que concentrarme
en la sensación de verla, en como estaba sentado en ese banco mirándola, en
como aún sin reconocerla me parecía familiar. Debería describir cómo me sentí
al tomar su mano para subir al tren, cuando ella dijo.
-Así es mejor.-
Y así escuchar por ejemplo a Darío, que omitiría todo
detalle cuidadosa y estratégicamente colocado, suprimiendo del texto todo
intento por replicar aquella sensación tal cual fue, y las banalizaría con
comentarios tan bizarros y directos como “es bastante idealista la forma como
describe como lo calentó la minita”.
Pero mis procesos
son mucho más complejos que eso. Debo concentrarme, encontrar la armonía entre
mi corazón, que me dice lo que deseo, mi mente, que me muestra mis recuerdos y
sentir en mi cuerpo al tiempo que este escribe. Y como dije ningún proceso es
igual a otro, nunca puedo saber de antemano cómo ni cuándo se desencadenará
esto. Así que sólo puedo basarme en historias anteriores que haya escrito, para
saber qué tiende a motivarme, o en experiencias que vaya viviendo o que quiera
vivir. Lo que me lleva al mayor de todos mis sueños, el amor. Puro, sincero,
intenso, noble y estable.
Alguna vez se ha
dicho que el amor es como un cuento de hadas. Bueno, les diré, el amor sí es
como un cuento, pero no necesariamente uno de hadas. Es como un cuento porque
puede ser visto de muchas maneras, y puede ser uno de hadas o uno realista, o
cuidadosas y equilibradas fusiones de estos, todo según a quién se le pregunte.
Tal como un cuento, el amor es disfrutable como el hermoso proceso que es el
escribirlo, y las conclusiones respecto de él pueden variar. Así encontrarán a
gente como Claudio con frases como “El amores eterno mientras dure”, o a mí,
con frases como “el amor es la magia más poderosa que puedan sentir los
mortales”.
Teniendo yo esa
filosofía respecto al amor, que es causa magna decasi toda mi literatura, y
respecto a mis cuentos, cómo puede Franz pretender que escriba una historia
rápida. ¿Se supone que deba escribir cuanto pueda en el menor tiempo posible
sin pensar? ¿sin tomarme el tiempo y disfrutar? Lo siento, no puedo hacer eso.
No puedo desligarme de mis obras a ese punto, mis procesos no son exactamente
así. Siempre trato de escribir muy concentrado un único texto que capte mi espíritu
en el momento, y escribirlo de la mejor forma posible, porque no me gusta tener
que tocarlos después.
Así, puedo escribir un texto tomándome todo un día, un
solo día, pero no puedo hacerlo sin pensar. Aún siendo rápido, un proceso es un
proceso, ni dos ni tres, sólo uno.
Puede que el cuento de hadas tenga más partes feas de las que sólo se escriben...
ResponderBorrarMuy lindo, sin querer escribiste una linda historia. Me sentí acompañada por lo cotidiano de lo que contabas.
Terminó siendo, como decía en Face, una historia sobre cómo escribo mis historias, jaja. Escrita casi sin pensar, tratando de hacer lo que Franz Casca me pidió, jajaja.
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