Dos veces, no una
sino dos veces sintió ese dolor. Como una puntada en el corazón, sus lágrimas
caían, caían sin detenerse a reconsiderar si su caída era o no un simple
suicidio. Solo en su habitación, arrodillado al borde de su cama, golpeaba el
colchón con sus puños, como si la energía de sus golpes pudiera llegar a
destruir su triste realidad, y así tal vez luego reemplazarla por una mejor.
-Si mis amigas me vieran así… Ellas siempre dicen que no me
merezco este dolor. Ellas siepre me apoyan. Recuerdo…-
Recuerdo cuando
la primera vez que sentí esto. Era una noche de primavera, estaba hablando con
Sofía, la había conocido tres meses atrás en un viaje. Vivía a cinco horas de
este lugar. A pesar de eso, ella me dio los recuerdos más dulces y tiernos de
mi vida en esos tres largos meses.
No todos estaban de acuerdo con eso, aunque
aceptaban casi resignados mi felicidad, o más bien eso parecía hasta el día en
que me enfrentaron.
No recuerdo ni
quiero recordar esa fecha. Estaba frente a algunos de mis amigos en aquella
sala, algunos sentados en la mesa, otros en los sillones, uno de ellos parado
frente a mí, y todos lanzándome palabras tan hirientes.
-No es correcto.-
-No deberías.-
-¿Cómo se te ocurre?-
Por supuesto que
no esperaba que lo entendieran, pero no tenían necesidad, ya era difícil sin
esa presión. En un punto mi mente abandonó la realidad. Mi cuerpo estaba parado
frente a ellos, pero yo no sentía nada, sus palabras sonaban cada vez más
distantes, hasta que mi cuerpo ya no pudo resistir y cayó al suelo.
Lo siguiente que
recuerdo es la dulce mirada de Julieta, tan cálida y reconfortante, y como sus
palabras me daban la fuerza para levantarme.
-No importa lo que ellos digan, sólo importa lo que sientas.
Ellos dicen eso porque te tienen envidia.-
Sus ojos verdes
me miraban fijamente, como si tuvieran la explicita intención de aislarme de aquella
cruel realidad. Su voz era pausada, tranquila, muy dulce.
-Está bien… no les hagas caso.-
Pero esa noche Juli
no estaba conmigo para ayudarme a entender, interpretar, atenuar o borrar las
palabras que exhibía mi pantalla.
“se acabó”.
Fue la primera
vez que me sentí así, y sí, sigue sintiéndose igual. Desgarrador, sencillamente
desgarrador. Desgarra el alma en mil pedazos.
Y hoy me veo forzado, después de nueve meses, a dejar atrás
a, no, no diré su nombre, no lo merece. Sólo diré que luego de cuatro meses de
felicidad y un mes y medio de distancia fría y cruel, tuve que recordarle por
qué pidió mi amor en un principio. Sólo para que ahora me decepcionara con
falsas promesas, no más que palabras vacías, y me forzara a dejarla atrás. Otra
ilusión, el mismo dolor. Por qué debo pasar mi vida persiguiendo rayos de luna,
si estoy rodeado de amigas como Julieta, que tanto se preocupan por mí.
Y allí se
quedó, pensando en su suerte, mientras consumía sus fuerzas en la impotencia de
su llanto, hasta quedarse dormido sin obtener respuesta.
Gracias por confiar en mí, por ofrecerme tu amistad y por bancarme siempre que podés.
ResponderBorrarNo es nada Ada, sos muy buena amiga y te aprecio mucho. te extraño.
BorrarMuy profundo Gabi, me dejo inmerso en los sentimientos del personaje. Me gusto mucho la frase "por que debo pasar mi vida persiguiendo rayos de luna...". Abrazo.
ResponderBorrarAh, veo que notaste la frase. Es una referencia al cuento de Gustavo A Becquer, "El rayo de luna".
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