sábado, 15 de junio de 2013

Dos golpes de dolor

    Dos veces, no una sino dos veces sintió ese dolor. Como una puntada en el corazón, sus lágrimas caían, caían sin detenerse a reconsiderar si su caída era o no un simple suicidio. Solo en su habitación, arrodillado al borde de su cama, golpeaba el colchón con sus puños, como si la energía de sus golpes pudiera llegar a destruir su triste realidad, y así tal vez luego reemplazarla por una mejor.
-Si mis amigas me vieran así… Ellas siempre dicen que no me merezco este dolor. Ellas siepre me apoyan. Recuerdo…-
     Recuerdo cuando la primera vez que sentí esto. Era una noche de primavera, estaba hablando con Sofía, la había conocido tres meses atrás en un viaje. Vivía a cinco horas de este lugar. A pesar de eso, ella me dio los recuerdos más dulces y tiernos de mi vida en esos tres largos meses.
     No todos estaban de acuerdo con eso, aunque aceptaban casi resignados mi felicidad, o más bien eso parecía hasta el día en que me enfrentaron.
     No recuerdo ni quiero recordar esa fecha. Estaba frente a algunos de mis amigos en aquella sala, algunos sentados en la mesa, otros en los sillones, uno de ellos parado frente a mí, y todos lanzándome palabras tan hirientes.
-No es correcto.-
-No deberías.-
-¿Cómo se te ocurre?-
     Por supuesto que no esperaba que lo entendieran, pero no tenían necesidad, ya era difícil sin esa presión. En un punto mi mente abandonó la realidad. Mi cuerpo estaba parado frente a ellos, pero yo no sentía nada, sus palabras sonaban cada vez más distantes, hasta que mi cuerpo ya no pudo resistir y cayó al suelo.
     Lo siguiente que recuerdo es la dulce mirada de Julieta, tan cálida y reconfortante, y como sus palabras me daban la fuerza para levantarme.
-No importa lo que ellos digan, sólo importa lo que sientas. Ellos dicen eso porque te tienen envidia.-
     Sus ojos verdes me miraban fijamente, como si tuvieran la explicita intención de aislarme de aquella cruel realidad. Su voz era pausada, tranquila, muy dulce.
-Está bien… no les hagas caso.-
     Pero esa noche Juli no estaba conmigo para ayudarme a entender, interpretar, atenuar o borrar las palabras que exhibía mi pantalla.
“se acabó”.
     Fue la primera vez que me sentí así, y sí, sigue sintiéndose igual. Desgarrador, sencillamente desgarrador. Desgarra el alma en mil pedazos.
     Y hoy me veo forzado, después de nueve meses, a dejar atrás a, no, no diré su nombre, no lo merece. Sólo diré que luego de cuatro meses de felicidad y un mes y medio de distancia fría y cruel, tuve que recordarle por qué pidió mi amor en un principio. Sólo para que ahora me decepcionara con falsas promesas, no más que palabras vacías, y me forzara a dejarla atrás. Otra ilusión, el mismo dolor. Por qué debo pasar mi vida persiguiendo rayos de luna, si estoy rodeado de amigas como Julieta, que tanto se preocupan por mí.
     Y allí se quedó, pensando en su suerte, mientras consumía sus fuerzas en la impotencia de su llanto, hasta quedarse dormido sin obtener respuesta.

4 comentarios:

  1. Gracias por confiar en mí, por ofrecerme tu amistad y por bancarme siempre que podés.

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    1. No es nada Ada, sos muy buena amiga y te aprecio mucho. te extraño.

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  2. Muy profundo Gabi, me dejo inmerso en los sentimientos del personaje. Me gusto mucho la frase "por que debo pasar mi vida persiguiendo rayos de luna...". Abrazo.

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    1. Ah, veo que notaste la frase. Es una referencia al cuento de Gustavo A Becquer, "El rayo de luna".

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